Un latido cardíaco es una acción de bombeo en dos fases que toma aproximadamente un segundo. A medida que se va acumulando sangre en las cavidades superiores (las aurículas derecha e izquierda), el marcapasos natural del corazón (el nódulo sinoauricular o SA) envía una señal eléctrica que estimula la contracción de las aurículas.
Esta contracción impulsa la sangre a través de las válvulas tricúspide y mitral hacia las cavidades inferiores que se encuentran en reposo (los ventrículos derecho e izquierdo). Esta fase de la acción de bombeo (la más larga) se denomina diástole.
La segunda fase de la acción de bombeo comienza cuando los ventrículos están llenos de sangre. Las señales eléctricas generadas por el nódulo SA se propagan por una vía de conducción eléctrica a los ventrículos, estimulando su contracción. Esta fase se denomina sístole.
Si la fase diastólica de la acción de bombeo en dos fases es anormal, esto se denomina «disfunción diastólica».
En algunas personas con insuficiencia cardíaca, los ventrículos no se relajan bien durante la diástole. Si los ventrículos no están relajados, la presión en su interior aumentará al tratar de entrar la sangre del siguiente latido. Esto puede incrementar la presión y el volumen de líquido en los vasos sanguíneos de los pulmones (lo que se denomina «congestión pulmonar») o en los vasos sanguíneos que regresan al corazón (lo que se denomina «congestión sistémica»).
La disfunción diastólica se produce con mayor frecuencia en quienes padecen de ciertos tipos de cardiomiopatía.
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Última modificación: agosto 2016